viernes, 9 de septiembre de 2016

Democracia Cristiana; errática política.



Democracia Cristiana; errática política.

Nota: por la actualidad del rol que ha jugado el PDC y su presidente senadora Goic, transcribo prólogo de mi libro “Lo Derrocó el Pueblo”, agotado, no se encuentra en librerías

Prólogo del libro “Lo Derrocó el Pueblo”, Editorial Maye, 2009.

Para poder explicar y definir la existencia de los movimientos sociales y  su rol determinante durante el gobierno de la Unidad Popular hay dos posibilidades.
La primera, analizar el movimiento social de  1971, 1972 y 1973 solamente como una reacción espontánea de diversos grupos que veían la destrucción de la vida social, política y económica de  Chile por la funesta acción del gobierno.
La segunda, nace de la pregunta: ¿El movimiento social que actuó durante el gobierno de la Unidad Popular, es una expresión espontánea, sin fundamentos culturales e históricos profundos? Al tratar de desarrollar un esquema de trabajo se impone esta pregunta.     La respuesta conduce a proponerse la cuestión de si habría sido posible un movimiento de tanta fuerza y capacidad de acción sin que existieran condicionamientos culturales radicados en el inconsciente colectivo que, habiendo permanecido en estado de latencia, se radicaron en el plano de la conciencia activados por la conducción del gobierno y de los partidos de la Unidad Popular, dirigida a la formación de un estado marxista leninista.
Al buscar una explicación a este cuestionamiento, se hacen presente, muy rápidamente, el gobierno de Eduardo Frei Montalva y la candidatura de Radomiro Tomic Romero y,  junto con este último, el pacto entre el Partido Demócrata Cristiano y la Unidad Popular  para asegurar la elección de Allende en el Congreso Pleno.
Estos sucesos sociopolíticos no eran parte da la respuesta, más bien eran una expresión del problema. En el libro “La muerte del Camaleón” el profesor Farías  ubica la cuestión  en los años 30, lo que conduce, inevitablemente, a la década de los 80 del siglo XIX para seguir hacia   la segunda década del siglo XX  y a la Constitución de 1925. 
En esos cuarenta años de la historia del mundo, en ese período se radicó, como tema central de la política mundial y chilena, la situación que se ha dado en llamar “La Cuestión Social”,  determinando la discusión política durante todo el siglo XX, imponiéndose como eje referencial de la política chilena.
 La revolución bolchevique de 1917 expandió su ideario de bienestar social igualitario como solución a las diferencias objetivas que el capitalismo había producido desde la revolución industrial del siglo XIX, primero en Europa, llegando rápidamente a influir en la política chilena, entre los poseedores del capital, los propietarios de la tierra y los trabajadores.
  En Francia y en España se forman los “Frentes Populares”. En Chile, igualmente, se crea el Frente Popular. En el norte de nuestra patria, se generan fuertes movilizaciones reivindicativas;  surgen los  Partidos  Comunista y Socialista.
  El Frente Popular, al cual se integró el Partido Radical, inicia un proceso histórico que se podría definir como el período de “la errática política”; esto es, la búsqueda y aplicación de soluciones sin una concepción  clara de la efectividad de éstas; errática definida y determinada por la cuestión social y las distintas alternativas para resolver el sistema que generaba los problemas socio económicos. Los gobiernos radicales   impulsaron interesantes iniciativas de impacto en el crecimiento económico. El Frente  Popular no fue sólo un partido político, fue un conglomerado de partidos políticos y de sindicatos obreros controlados por los marxistas.

En el gobierno de Gabriel González Videla, se produjo el rompimiento con al Partido Comunista. La agitación social promovida por este sector obligó a la dictación de la ley de Defensa de la Democracia, consecuencia inevitable de la manipulación que este partido hizo de su participación en el Frente Popular.
  Entre 1936 y 1970 aparecieron distintas soluciones para la “Cuestión Social”. La tendencia dominante fue la de impulsar el crecimiento del poder del Estado que pretendía que, a través de su acción, se resolvería la Cuestión Social, en desmedro de la  libertad económica.
  La Corporación de Fomento de la Producción, CORFO, se transformó en el instrumento del Estado para la promoción del desarrollo industrial, pero contribuyendo sustantivamente a la estatización. El Comisariato de Subsistencias y Precios se creó para el control de precios y, en general de toda actividad económica,  el Banco Central manejó la política monetaria, adecuándose a los requerimientos políticos de los distintos gobiernos. Es decir, se trató de resolver los problemas derivados de la desigualdad, por la intervención directa o indirecta del Estado. Sin embargo, las políticas eran erráticas.
 Ante el desconcierto generalizado, se proponen idearios tan peregrinos como la “Vía no capitalista” del desarrollo, expresión timorata para justificarse de la inclinación izquierdista de sus autores. 
  Sin duda, la mayor demostración de lo errático ha sido la Democracia Cristiana, en cuyo seno se incubaron las ideas socialistas a tal punto que dieron nacimiento a grupos marxistas. Asimismo,  desde su interior, nace al Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU. Este movimiento se dividió durante el Gobierno de la Unidad Popular, dando origen a  la Izquierda Cristiana, en consonancia con la llamada “Teología de la Liberación”, expresión católica de la errática de que hemos hablado.
 En esta perspectiva, no es extraño que nos encontremos con que el movimiento social que derrocó a Allende se dirigió a un cuestionamiento al sistema político y a sus personeros, de toda la actividad  política del siglo XX.
 Este libro se ha escrito porque el “pueblo” chileno no sólo  estaba  minoritariamente respaldando a la Unidad Popular, sino porque la ciudadanía, teniendo una postura claramente condenatoria a la situación social y económica de los pobres, era clara y definitivamente contraria a las ideas y fórmulas de solución política del marxismo.
      En los años transcurridos desde 1973 se ha creado una imagen del gobierno de la Unidad Popular y del Presidente Allende totalmente  disociado de la verdad, siguiendo el dictado de Lenin: 
“Hay que repetir la mentira tantas veces como sea necesario, hasta transformarla en verdad”.

Julio Bazán A.
9 de septiembre, 2016.